martes, 8 de septiembre de 2015

Narrar es existir

En un principio no había nada, la existencia no era más que un trazo superficial de arenisca que se mecía con el viento, no había palabra y por ende nada podía ser nombrado, al no poder ser nombrado nada, se daba por hecho la inexistencia de todo. En el universo mental solo existían seres amorfos y silenciosos que divagaban en campos en los cuales ni la mínima pizca de sentido existía, no había color, solo eran presencias.

Un día, como por arte del destino, una de esas criatura amorfas rompió el silencio sepulcral de ese campo, dando origen al sonido, este sonido rápidamente fue reproducido por las demás criaturas, generando así la primera pizca de identidad, los rechinadores. Este sonido fue la fuente mediante la cual este universo empezó a resonar, en un principio los pasos, en un segundo momento la respiración, el latido del corazón, el sonido logró hacerlos entender que estaban allí, no solo uno, sino muchos tipos de sonidos que poco a poco fueron diferenciando los territorios y los habitantes, cada uno de esos terrenos entonces empezó a entender que tenía un sonido particular, con esa distinción los seres amorfos que sonaban de manera parecida empezaron a construir una relación entre ellos, dando paso al lenguaje, reconociéndose a sí mismos.


Con la existencia del lenguaje empezó entonces la relación entre los seres y su entorno, cada terreno en particular se dio a la tarea de nombrar lo que lo rodeaba, construyendo su mundo, haciendo que existiera. Pero este lenguaje se quedó corto, podía nombrar las cosas pero no respondía que las había creado, por qué estaban allí, a partir de ello entonces esos seres, ya no t amorfos, empezaron a observar detalladamente y a contar historias de lo que lo rodeaba. Empezó la creatividad y con ella vino la historia y el mito, poco a poco estos seres fueron construyendo su existencia, de solo presencias a un universo de historias.

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